sábado, 16 de enero de 2016

"Millonarios" - Juana de Ibarbourou. Texto y análisis.

Millonarios. Juana de Ibarbourou
Texto y análisis

  
Millonarios
Tómame de la mano. Vámonos a la lluvia
descalzos y ligeros de ropa, sin paraguas,
con el cabello al viento y el cuerpo a la caricia
oblicua, refrescante y menuda del agua.

¡Que rían los vecinos! Puesto que somos jóvenes
y los dos nos amamos y nos gusta la lluvia,
vamos a ser felices con el gozo sencillo
de un casal de gorriones que en la vía se arrulla.

Más allá están los campos y el camino de acacias
y la quinta suntuosa de aquel pobre señor
millonario y obeso, que con todos sus oros,

no podría comprarnos ni un gramo del tesoro
inefable y supremo que nos ha dado Dios:
ser flexibles, ser jóvenes, estar llenos de amor.
Tema y título
El tema de este poema es la juventud, la libertad, la felicidad, el amor presentada en la figura de dos jóvenes que gozan bajo la lluvia sin protección. En contraposición a esta imagen, se muestra a un anciano que ha dedicado su vida a atesorar bienes pensando que allí estaba la verdadera riqueza. De esta forma, la antítesis entre los jóvenes desposeídos de bienes materiales y el viejo acumulando tierras y dinero, dan lugar al nombre del soneto: los verdaderos millonarios son los jóvenes que tienen aquello que no puede comprarse con dinero, porque tienen además de la juventud, la libertad de ser ellos mismos, sin preocuparse mayormente. Son capaces de disfrutar de la naturaleza, de ser felices, sin condicionamientos sociales, y sobre todo, estar juntos, amarse. Mientras que el anciano, si bien tiene riquezas y tierras, está solo, y está preso de lo que tanto atesora.

Estructura externa
El poema está formado por dos cuartetos y dos tercetos, alejandrinos (versos de catorce sílabas). Podría decirse que es un soneto, pero rompre con la tradición de los mismos al no tener una rima consonante. Juana adopta la tradición pero también se rebela a ella. En este soneto no hay si quiera rima. Sin embargo respeta que en la estructura, sea en los tercetos donde se plantee el tema del soneto. En este caso, será en el último terceto donde podemos apreciar la síntesis temática.

Estructura interna
En los cuartetos, el yo lírico muestra a los jóvenes felices, despreocupados. En el primer terceto se centra en el “pobre señor” con su riquezas. Y en el último terceto cambia el concepto de ser millonario que habitualmente manejamos. Para el yo lírico la verdadera riqueza no se compra sino que se tiene, y mucha veces no se aprecia. Está en las vivencias, en lo inmaterial. Pasar la vida buscando posesiones materiales esclaviza, al punto de no valorar lo importante.

Análisis de los cuatetos
Tómame de la mano. Vámonos a la lluvia
descalzos y ligeros de ropa, sin paraguas,
con el cabello al viento y el cuerpo a la caricia
oblicua, refrescante y menuda del agua.
El poema comienza con un verbo en forma imperativa: “tómame”. Es imperioso que el amante comprenda que no hay tiempo que perder. El tiempo pasa irremediablemente, y aprovecharlo ahora es fundamental, porque son jóvenes y pueden disfrutar del tiempo que los favorece. Si bien el tópico del “carpe diem” (aprovecha el día) de los poetas latinos, no aparece tan explícito como en el poema “La hora” de Juana, está subyacente en éste. La juventud incluye la necesidad de ser disfrutada.
La invitación está planteada. Tomar la mano es un gesto que invita a compartir la vida, a disfrutar con el encuentro desde el afecto, despojados de intereses materiales, sólo para estar juntos. La cesura (pausa que corta el verso) provoca que esa invitación sea contundente, imperiosa, como una certeza de la próspera consecuencia de esta acción.
El resto de cuateto es una imagen que se compone en varios versos, así el primer verso se encabalga con el segundo, y el tercero con el cuarto. El encabalgamiento es un recurso por el cual el yo lírico termina la idea de un verso en el siguiente, sin que exista entre ellos ninguna pausa. De esta forma la descripción de la imagen se conforma como un cuadro vital
La mano es pedida para invitar al otro a disfrutar de la naturaleza, de la lluvia, de la libertad, sabiendo que no necesitan protección, sino estar juntos. “Vámonos a la lluvia/ descalzos y ligeros de ropa, sin paraguas”. La lluvia es símbolo de vida, aquello que moja y refresca. A pesar de ser una imagen de vitalidad, los hombres solemos temer a la lluvia, escondernos de ella o procurar no mojarnos, más allá de las enfermedades que pueda acarrear eso, solemos hacerlo por no querer soportar la incomodidad de estar mojados cuando las responsabilidades cotidianas nos apremian durante un largo día. Sin embargo estos amantes, carentes de responsabilidades, disfrutan poder celebrar la lluvia, sin preocuparse por lo que otros pensarán. La idea de libertad, de despojo de los condicionamientos sociales, está planteada en el deseo de estar descalzos y con ropa ligera. El comportarse en armonía con lo natural, es para los amantes la expresión de máxima felicidad. Nótese la sensualidad y la despreocupación de los amantes en la descripción, no les importa que la ropa transfigure el cuerpo. Pensemos que en la época en que la poetisa escribe el poema está transgrediendo con la imagen, ya que lo corporal estaba debidamente oculto, como algo pecaminoso.
El movimiento es expresión de alegría y vitalidad. “El cabello al viento” reafirma la rebeldía hacia las apariencias, rector de la sociedad. El erotismo se observa en la palabra “caricia”. El agua de la lluvia acaricia y refresca el cuerpo de los amantes. No es una lluvia intensa, sino “menuda”, suave, no lastima, cae de costado, como si esa lluvia fuera cómplice de la felicidad, el amor, la libertad, la rebeldía de esa pareja.
¡Que rían los vecinos! Puesto que somos jóvenes
y los dos nos amamos y nos gusta la lluvia,
vamos a ser felices con el gozo sencillo
de un casal de gorriones que en la vía se arrulla.
En el segundo cuarteto, la presencia de los vecinos se transforma en los ojos acusadores de tal libertad. Ellos son los rectores de la moral y su risa es contraria a la felicidad de los amantes, es la risa burlona, la que juzga y acusa. Son quienes gozan con lo que creen es la perdición ajena. Para ellos esa risa no tiene importancia, ni debe obstruir la libertad de quienes pueden gozar de la vida. Ellos tienen lo que los vecinos no tienen: amor, juventud y felicidad. La juventud es una condición que tenemos o tuvimos todos, el problema es que hacemos en ese tiempo tan esplendoroso de nuestra vida. Ellos eligen disfrutarlo juntos, amándose, siendo felices con un “gozo sencillo”, sin artificios, ni elementos externos más que la lluvia y la naturaleza.
La otra riqueza que tienen esta pareja es el amor, y por lo tanto estar juntos, tener a alguien con quien compartir el camino de la vida. Esta no es una condición que puedan vivir todos como la juventud, sino que es un don, un regalo, algo que no necesariamente todo el mundo tiene o puede. Para amar no es solo necesario tener el corazón dispuesto, también es imprecindible encontrar a quien también lo tenga y lo quiera compartir con el otro. El amor correspondido y presentado en esta imagen tan natural y fresca, no es precisamente lo común.
La siguiente riqueza que tienen es la lluvia. Algo que todos conocen y todos poseen. Sin embargo no es algo que todos aprecien y disfruten. Así estos amantes tienen la grandeza y la humildad de aprender a gozar lo que la vida y la naturaleza les da desinteresadamente. De esta forma, al final del cuarteto, los amantes se identificarán con “un casal de gorriones que en la vía se arrulla”, dado que un casal es una pareja. El “gozo sencillo” habla de esa capacidad de disfrutar plenamente de la simpleza que estos vecinos, entre otros, no pueden comprender, ni apreciar. La imagen de los gorriones que “se arrulla” en el medio de la calle, muestra esta indiferencia al mundo y del mundo. Ellos no les importa hacer algo tan natural como expresar su amor en el medio de la calle, sin embargo en la sociedad que viven, eso está mal visto. Esto lo muestra la imagen de los vecinos riendo.

Análisis de los tercetos
En el primer terceto se contraponen los amantes a la imagen del “pobre señor”, antítesis que plantea la nueva perspectiva de la riqueza. Este señor está “más allá”, lejos del mundo de la pareja que disfruta su amor. Hay otra naturaleza también contrapuesta a la lluvia. Se presenta a través del plural “campos”, “acacias”, hasta llegar a la “quinta suntuosa”. Este mundo es acumulado como riquezas materiales, con títulos de propiedad. La palabra “suntuosa” nos reafirma la idea de una riqueza superficial, es una quinta grande y costosa. Esta naturaleza es un elemento decorativo, no parece ser realmente gozada por el hombre, sino acumulada por él, para obstentar su poderío. Es por eso mismo que este es un “pobre señor”, su necesidad de demostrar un poderío lo hace precisamente pobre, porque no tiene la libertad, ni la capacidad de disfrutar que los jóvenes poseen al dejarse acariciar por la lluvia.
Además de pobre, el yo lírico agrega dos adjetivos más a la figura del hombre: “millonario y obeso”. La primera confirma la suntuosidad de la quinta, espacio inmenso de tierra, dedicado a la producción agrícola que le permite la condición de millonario, de hombre de gran poderío económico. La imagen física, “obeso” nos remite a la pasividad del individuo. La abundancia se refleja también en ese cuerpo que parece acumular, igual que lo ha hecho poseyendo naturaleza y oros. Pero esa acumulación también lo paraliza, lo hace estar con un cuerpo de difícil movimiento.
En contraposición están los jóvenes, ágiles, que pueden moverse, disfrutar, aunque no posean más que la lluvia. Pero lo más importante es que ese hombre, con todos los oros que ha acumulado, no puede comprar lo más valioso que estos tienen, ser flexibles, jóvenes y saber amar. Puede comprar compañía, pero no puede comprar realmente ser amado. Ellos están juntos, y el hombre solo. Puede comprar, tal vez hoy, una cirugía, pero no puede lograr la flexibilidad mental de aprender a disfrutar la sencillez de lo que la vida le da. Puede querer parecer joven, pero nunca podrá volver al tiempo de la juventud que es tiempo pasado y no puede detenerse.
Es por ello que el yo lírico define estas características como “tesoro/ inefable y supremo” porque viene de una fuerza superior al hombre, de Dios. Esta es la razón por la que es un tesoro, que todos hemos poseído, pero no todos saben aprovechar. Este pobre, tal vez, no lo hizo, persiguiendo los bienes materiales, para llegar al momento de sentirse “millonario” de oros, pero pobre de esa riqueza “inefable”, inexplicable, y tan difícil de reconocer en los avatares de las responsabilidades diarias.






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